Cuestión de método
Hace ya unos cuantos años, allá por el Pleistoceno, si medimos el tiempo según el sistema de referencia actual, se puso de moda el único juego de estrategia que ha conseguido engancharme: los Sims. Con el resto de juegos de este tipo nunca pude, la verdad. Carezco de la visión de conjunto esa que hay que tener para lograr los objetivos que te marcan, en lo que yo me armaba un castillito en una buena zona, ya las tropas enemigas habían descuartizado a todo mi ejército. Por el contrario, si, aprendiendo de mis errores, decidía prestarle más atención a mi escuadrón, lo único que conseguía era que se murieran ellos solos, por falta de avituallamiento (me había olvidado de cuidar la cosecha), por falta de un lugar donde cobijarse o por puro cansancio. Con los Sims no fue muy distinto, la verdad, pero consiguieron tenerme enganchada una temporada. Tal vez porque era algo mucho más realista, era un simulador de vida, y supongo que me hacía sentir, por primera vez, y aunque fuera de forma virtual, que podía tomar mis propias decisiones, que yo era la dueña de mi destino y que tenía las riendas de mi vida. Justo por eso mi personaje las pasaba canutas de verdad. Para los que no lo conozcan, les diré que el juego consiste en crear personajes sims, y construirles una vida, concretarles unas aspiraciones, cumplir sus sueños: Vivir, con mayúsculas. Debes darles una casa, y abastecerlos con todo lo que sea necesario; debes, también, atender a todas sus necesidades: bañarlos, darles de comer, conseguirles u empleo en el que estén a gusto, hacer que lo mantengan, dormir, mantenerles una vida social activa... todo eso, que a simple vista parece tan fácil. Mi primer personaje murió de la forma más tonta que uno se puede imaginar: no lo enseñé a cocinar, y el primer día que se metió en la cocina la quemó. Lo mandé a llamar a los bomberos sin darme cuenta de que había colocado el teléfono en la cocina, y ardió como una antorcha. No fue un bonito espectáculo, se lo aseguro. El segundo me duró algo más, pero también acabó en tragedia. Como con este lo que falló fue su vida social, decidí construirme una familia, y para qué fue aquello. Ahora, en vez de un personaje deprimido, triste frustrado y malhumorado, tenía cuatro, y ya no había nada que hacer. El padre perdió el trabajo, y se deprimió terriblemente. Aquella depresión le impedía encontrar un empleo nuevo, y las broncas con su mujer eran de órdago. Los niños andaban demasiado cansados y no rendían nada en el colegio, eso, cuando se levantaban para ir, que podía ser una vez a la semana, y así destrocé a la familia en un mes. Volví entonces al personaje soltero, pero nada mejoró. Ya en los ultimos coletazos de mi enganche me di cuenta de que mi vida virtual se parecía peligrosamente a mi vida real, y que mi personaje andaba teniendo los mismos problemas que yo. Era un problema de método, claramente y fue entonces cuando decidí que de simuladores nada, que ya tenía bastante conmigo, y abandoné el juego. Me vuelven los Sims a la cabeza en estos tiempos medio revueltos que andamos viviendo. No sé ustedes, pero yo tengo últimamente la sensación de que nada va bien, de que estamos viviendo una suerte de Efecto Dos Mil con una década de retraso, de que nuestros personajes están dando los últimos coletazos. Es, quizás, la hora de que los que están jugando al simulador en el que se ha convertido este mundo real reinicien la partida.
9 comentarios
Cuinpar -
Lo de la congelación es algo que me viene rondando la cabeza desde hace una semana ya, para esperar a mi príncipe azul, que anda rondando los seis años (no?)
Pues eso, que bienvenida, o algo, que se sienta usted como en su casa, pero, por favor, use posavasos para no dejar cerco y absténgase de poner los pies encima de la mesa. O se la lleva.
yosoyesa -
Cuinpar -
yosoyesa -
otra rubia mas
LaURa -
Elisa -
Cuinpar -
La rubia -
Elisa -