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Alapryles y Diablitos

El Rincón del friki de esta semana...

Cuando me regalaron mi iPod nano (no me cansaré de nombrarlo), el primer vídeo que metí fue un capítulo de Barrio Sésamo que me había descargado, quiero decir, que había adquirido por métodos perfectamente legales y que no menoscaban los derechos de autor de nadie. Como soy, además de impaciente, medio tronca con estos aparatillos, me costó aprender a borrar los archivos que guardaba, y estuve un par de días enseñándole a todo el mundo el obsequio, amén del ya comentado vídeo. Era el capítulo en el que Espinete cantaba aquello de "tengo púas en la espalda pero por delante no, para que cuando me abraces no te pinche el corazón". La canción me encantaba de pequeña, y no fue hasta ahora, casi entrada la treintena cuando me di cuenta de que el rollo resultaba medio gore. Este descubrimiento hizo que me pusiera a investigar, y que recuperara viejos capítulos del programa que nos mantenía a todos los niños pegados a la pantalla de cinco a cinco y media de la tarde, y cuyas melodías tarareamos todavía, de manera medio subliminal.
Mirando en la red, me di cuenta de que no soy la única que decidió analizar el programa. Muchísimos blogueros hacían las mismas observaciones que yo. Espinete era un ser extraño, un erizo rosado de dos metros que sabía hablar, que vivía en una caseta verde ahí, en medio de un barrio y que se paseaba desnudo por la calle, pero que para dormir se ponía un pijama y que se envolvía en una toalla al salir de la ducha. A Espinete lo querían mucho todos, pero nadie se preocupaba de que no estuviera escolarizado, y de que un tal Don Pimpón, ser al que todavía no hemos podido clasificar (la discusión sobre si es perro, oso, incluso búho amenaza con convertirse en la más larga de la historia, después de la cuestión homérica) fuera a visitarlo todos los días y se llevara a menudo al bicho y a otros niños del barrio de excursión al bosque. Luego estaba Julián, el quiosquero, que casi siempre terminaba regalándoles las golosinas que compraban, Ana, una medio hippie que vivía en un apartamento y Chema, el panadero. Lo más común, cuando coincidían todos en la calle es que, de repente se pusieran a cantar. Así, de buenas a primeras: "Está lloviendo hoy", "Pintar sin parar" y todas esas que seguro que ustedes también recuerdan (capítulo aparte merecería la de "yo y mi llama, pues llama se llama, vamos a la clínica dental" ¿Por qué un niño lleva a una llama al dentista? Es más, ¿por qué un niño, en el centro de una gran ciudad tiene una llama? ¿Qué dice el SEPRONA?).
Bueno, todo esto viene no tanto porque este rincón se esté convirtiendo en una franquicia del canal Nostalgia, sino porque leo que la semana pasada fallecía Chema, el panadero, que además, estaba casado con Espinete (sabía que esos dos se traían algo raro entre manos) víctima de un cáncer de pulmón (A todos los que decían que había muerto de sobredosis a mediados de los noventa: sabía que era mentira). Noticias como esta nos hacen sentir un poquito más lejos de aquellas tardes de nocilla y colacao, pero crean una especie de conciencia de clase, salvando las distancias, que me hace sentir un poquito más acompañada.

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