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Alapryles y Diablitos

Yo elegí a Esopo

Algunos dicen que mi incultura pictórica y mi incapacidad para hablar de arte en general (que, por otro lado, es inversamente proporcional a mi capacidad para hablar de cualquier otra estupidez) es porque en COU, entre Latín y Griego o Historia del Arte, yo elegí a Esopo, y al faltarme ese primer contacto adolescente con la pintura y la escultura, no aprendí a valorar ese arte en su justa medida. Yo tengo claro que no es por eso, en primer lugar porque a mí hay cuadros que me gustan, y esculturas que también (de hecho, el David de Miguel Ángel me gusta mucho, creo que es el hombre perfecto: está muy bueno y no habla ni se queja). En segundo lugar porque, como ya he dicho en este rincón en alguna que otra ocasión, a mí lo que no me gustan son las exposiciones, todas esas cosas ahí, amontonadas, esperando que alguien las admire, como en Supermodelo. En tercer lugar, podríamos hablar de una experiencia infantil traumática con Saturno devorando a sus hijos, pero no es el momento ni el lugar.

La gente tiene la impresión de que no me gustan los cuadros por la sencilla razón de que yo los valoro según dos categorías: la estética y la dificultad, dejando de lado la emoción, que en los verdaderos aficionados al arte es un sentimiento que se produce casi instantáneamente con según qué obras. Pero yo soy demasiado bruta para eso, tengo el pecho de hojalata, a mí no me emocionan los objetos inanimados, ni los atardeceres, ni ninguna de esas cosas que podría provocar un síndrome de Stendhal en un alma menos oxidada y más refinada que la mía.

Así, la gran mayoría de las exposiciones me parecen el mayor absurdo que se le puede ocurrir a un hombre. Visitarlas ya, ni les cuento. Me produce un tedio supremo, una pereza absoluta, un profundo desagrado pasearme en silencio por delante de cualquier cosa puesta en una pared o en una vitrina para verla, no más, y al mismo tiempo, me acompleja soberanamente no sentir ese placer emocional que se supone que está sintiendo el resto de visitantes.

Pero eso se acabó. Hay una exposición que me emocionó casi hasta la náusea. En palabras del propio Stendhal "me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme". Hay una exposición de tebeos en la Ermita de San Miguel, en La Laguna.

4 comentarios

El Señor -

Cada loco cooon su tema... contra gustos no hay disputas...

cheigdicheig -

No veo claro si el vino que se toman en el tbo mejicano sincityzado es un gran Tacoronte-Acentejo; alguien me lo puede aclarar?!

astroyorch -

... y no me olvido de lo del principito en griego...

astroyorch -

Pués yo tb sufrí una experiencia traumética con "saturno devorado a sus hijos" de pequeño... desde entonces le levantaba una ceja a mi padre cada vez que me quería dar un achuchón.
Besitos desde Aegina, una isla griega donde no lo estoy pasando genial, no hace calor y no está rodeada de agua por todos lados...
;)