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Alapryles y Diablitos

Qué fantástica esta fiesta

Qué fantástica esta fiesta

Este año, muy a mi pesar porque eso significa que madrugo, he vuelto a recuperar una costumbre que tenía con mi abuelo: ver los encierros de San Fermín en directo. De adolescente no me planteaba nada, sólo eran cinco o diez minutos con los corazones en vilo deseando que terminara aquello para poder comentarlo con el viejo. Ahora que ya no tengo con quien hablar de los resbalones en Estafeta, es cuando he podido pensar en la fiesta en sí. En todas las fiestas. Todas las celebraciones de nuestro país tienen un lado siniestro, de tragedia. Siempre hay un héroe, uno que gana, y un perdedor, uno que resulta humillado (a menudo un animal, pero no siempre). No me estoy posicionando del lado de los antitaurinos, ni mucho menos, porque a mí las corridas de toros me gustan (no soy mala, pero tengo eso), aunque no dejo de reconocer que pueden parecer una salvajada a ojos de quien no sepa o no quiera entender su estética o su belleza. Y no voy a negar tampoco, y es ahí a donde quería llegar, que a las fiestas de este tipo se las pueda calificar de todo, de heroicas, de épicas, de gloriosas, pero no de alegres. Y sí, también creo que esas celebraciones son una metáfora de lo que somos: mayormente unos bestias. Ya lo decía Max en Luces de Bohemia: "España es una deformación grotesca de la civilización Europea". Aunque ahora que lo pienso, lo de los ingleses corriendo ladera abajo detrás de un queso de bola muy normal no me parece, pero bueno...

Desde febrero a diciembre hay un extenso catálogo de brutalidades disfrazadas de festejo: el toro embolao, la cabra desde el campanario, los que se fríen a tomatazos, los propios Sanfermines, la Rapa das Bestas... Para que luego digan que en mi pueblo somos brutos. Allí, por lo menos, sólo nos lanzamos a un charco lleno de agua cuando suena un volador, y todos tan contentos.  Ah, es verdad, amagamos con cagar a pedradas al que meta un pie en el agua antes del petardazo, pero eso es un detalle sin importancia. Los otros son los salvajes.

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