En cómodas dosis de 20 minutos
Les juro por dios o por quien ustedes más quieran que esta es la última vez que me quejo de los medios de comunicación en este espacio (por la cuenta que me trae, más que nada). En realidad me gustaría prometerles que nunca más voy a quejarme de nada, pero no voy a poder con mi condición, entiéndanme.
Hace algunas semanas, PRISA sorprendía a propios y a extraños (bueno, quizá no tanto), cerrando el diario digital ADN. A mí me dio terror, porque inmediatamente pensé en uno de mis diarios de cabecera, y en que podría correr la misma suerte en pocos meses. Pero no. El 20minutos, que también se edita en papel, sigue aguantando como un jabato, afortunadamente, porque yo no sé qué sería de mi vida si llegara a desaparecer, al menos su versión digital. Yo no sé dónde, aparte de aquí, iba yo a descargar toda esa bilis que llevo dentro; qué excusas iba a encontrar para poner a todos los periodistas a caer de un burro; con qué argumentos iba a rellenar mis inmensos discursos sobre lo que es o no es información, sobre el correcto uso de las preposiciones y de los tiempos verbales. Me quitaban media vida si cerraban.
Afortunadamente para mí y para mi salud mental, siguen ahí. Siempre me esperan a un golpe de clic, sobre todo en días como hoy, en los que la inspiración se va de vacaciones, y la muerte de Natasha Richardson o el cáncer de Darth Vader me parecen temas demasiado delicados para dedicarles estas lineas semanales. Es en esos momentos, en los que 20minutos.es es mi única esperanza, rezo para que en portada y a tres columnas haya alguna noticia como que el Príncipe William de Inglaterra tiene una cicatriz como la de Harry Potter, y le brilla o algo.
Y no me decepcionaron hoy tampoco, oiga...
4 comentarios
Pedro J. Ramírez. -
El Señor -
Periodista de investigación -
La rubia -