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Alapryles y Diablitos

Algunos funcionarios buenos

A veces se habla de los oficinistas y los funcionarios como gente muy gris. No suelen tener rasgos que los definan, no parecen pertenecer a ninguna tribu urbana, casi se diría que forman ellos solos una de estas tribus. La culpa es de los bares que abren a las seis y media de la mañana y que le dan el primer café del día a los que, inmediatamente van a encerrarse en su oficina.

Póngase en situación, querido lector. Imagínese que se levanta usted a las seis de la mañana, se ducha, se toma su café, hace lo que quiera que sea que hace antes de salir, y antes de llegar a su trabajo, que igual le gusta, igual no, se mete en el bar de la esquina a matar esos diez minutos que se ahorró porque le levantó el aparcamiento a uno menos espabilado que usted (no hay que olvidar que en el fondo somos españoles, y lo de regalarle minutos al jefe no forma parte de nuestra idiosincrasia).

Allí, unos cuantos oficinistas como usted, están enfrascados en una discusión que le parece imposible para esas horas. Política o economía, qué más da: si lo que quiere es sentirse incluido, le bastará con proponer un par de soluciones, a cual más descabellada, para la crisis económica, que ya ni siquiera nos va a dejar engañar la barriga con arroz, porque está por las nubes; o con despotricar un ratito del Gobierno, del que toque, eso da igual. Lo importante es gesticular mucho, y resoplar. Para colmo, el camarero (creo que lo hacen adrede) tendrá enchufadas las noticias de por la mañana, las peores de todo el día, y si ve que la discusión baja de tono, se encarga de subir el volumen en el momento más oportuno. Así se van todos con su dosis diaria de cabreo, a poner malas caras detrás de una ventanilla, a mandarte a volver al día siguiente porque te faltó la firma de tu tío abuelo en el impreso 31/C o a ponerte el sello de DENEGADO con un placer que a los no-funcionarios nos estará negado de por vida. Todo eso por culpa del mal rollo que se genera en los bares de desayuno.

Pero ojo. No en todos. No sé dónde desayunarán los funcionarios que se encargan de hacer el DNI en las oficinas de La Laguna, pero a juzgar por su amabilidad, su buen humor y su eficiencia, sospecho que en un lugar muy tranquilo, donde en vez de las noticias les ponen dibujos animados y donde el camarero les disculpa ese pequeño despiste con las monedas con una sonrisa en la cara.

A usted, lector: créame, sé de lo que hablo. Y a ustedes, funcionarios de la oficina de La Laguna, muchas gracias.

1 comentario

El Señor -

jajajaja, colaboracionista!