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Alapryles y Diablitos

Con los cuchillos en alto

En los últimos días los fogones están en pie de guerra por las declaraciones que Santi Santamaría ha hecho en contra de las técnicas, procedimientos, ingredientes y la pretensión de alguno de sus afamados compañeros. Pero de lo que quiero hablarles esta semana no es de si prefiero la cocina tradicional, la de toda la vida, o la innovadora, esa de deconstrucciones de espuma de aire volatilizado, aunque el que vea mi panza y conozca de las carencias de mi bolsillo sabrá enseguida por cuál me decanto.

Las palabras del cocinero levantaron ampollas no sólo en los aludidos, con toda la razón, además, porque los acusaba prácticamente de envenenar al personal con sustancias químicas que ni ellos mismos comerían. Todo el mundo ha salido ahora en defensa de las bondades de la nueva cocina española, de los grandes chef televisivos y de sus estrellas Michelin (me sigue resultando extraño que una distinción gastronómica tenga nombre de neumático, y también que el máximo galardón del cine español tenga nombre de pintor. En fin). Pero yo admiro el valor de Santamaría. No sus formas, claro está, ni el momento que escogió para hacer público lo que pensaba, ni haberse defendido atacando. Eso no. Lo que admiro es la valentía de decir algo que la mayoría piensa, pero nadie se atreve a decir. ¿Cuántas veces han querido gritar a los cuatro vientos que esa persona tan buena, tan simpática y que a todos cae bien a ustedes les parece la encarnación de la imbecilidad? ¿Cuántas que preferían dormirse con el Tomate que con el festival de festines y sexo de los leones de la 2 (aunque dicho así me dan ganas de ponerme un documental)? ¿Quién no ha querido hacer público que hay un político maduro y de derechas que le parece el hombre más guapo y sexy de las islas? Vale, quizás esto último sólo me pase a mí, pero ustedes entienden el concepto de lo que les quiero decir. Que los gustos no pueden estar establecidos por decreto, que no debemos consumir, leer, ver lo que todo el mundo ha asumido que "es bueno" consumir, leer o ver. Que por mucho que los snobs se empeñen en verle pieles, oros y diamantes, el emperador está desnudo, carajo.

 

Ah, y si de verdad quieren leer cosas de gastronomía buena-buena, y de rock&roll y de todo, vean entremesas, el blog de Antonio F. de la Gándara, que él sí que sabe de estas cosas. Mola.

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