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Alapryles y Diablitos

La caja

A mí siempre me ha hecho mucha gracia el término "telebasura". Ya ni recuerdo cuándo fue que lo escuché por primera vez, pero lo cierto es que a mí me encantaba decir que mis programas favoritos eran los vertederos, y era cierto, porque con poca cosa me divertía yo más que con las insustancialidades que escupía la televisión, que, como método de evasión me parece (aun hoy me lo sigue pareciendo) perfecto. Ni drogas, ni alcohol ni nada: la televisión es mucho más barata y un poco más sana que todo eso.

Como les digo, no recuerdo cuándo se acuñó el término. No creo que haya sido por la época de las mamachicho, sino bastante después. Lo que sí tengo claro es que Telecinco ha sido la abanderada de este tipo de programación. Y me encantaba. Yo era la defensora número uno de los grandes hermanos, operaciones triunfo, salsas rosas y demás. Y cuando no podía defenderlos, pues me callaba y punto, pero seguía disfrutando de esa sensación de cabeza parada, de ese medio letargo que producían estos programas.

Ahora, sin embargo, la cosa ha cambiado. No creo que se deba a la edad, como me apuntaba un amigo el otro día, ni a un cambio repentino de intereses, ni a un aumento de mi capacidad cognitiva e intelectual (qué más quisiera). Más bien, creo que se trata de un cambio de valores. De los suyos, de los programadores, digo, no de los míos. A que, como decía Ángel Martín el otro día, ya no hay televisión basura, sino televisión cabrona, que es ese tipo de televisión que se rige por la ley del más fuerte, en la que el mayor entretenimiento es dejar en el ridículo más grande al invitado, en ver quién consigue hacérselo pasar peor. Para muestra de la degeneración, un botón: La Caja. Yo no sé si ustedes han visto este engendro, pero sí puedo decirles que a mí la sola idea me espeluznaba: el rollo es encerrar a una persona con cualquier problema sicológico (fobias, ansiedad, depresión) en una caja y hacer terapia de choque en directo. Cucarachas, palomas, fotos del novio que te dejó... todo para satisfacer ese morbo enfermizo que se nos presupone a los potenciales espectadores. Y hasta ahí llego, movida, por un lado, por mi solidaridad con el resto de loquitos del mundo y, por otro, porque me parece un paso definitivo hacia la muerte definitova de la televisión, como si los programadores humieran tocado el Monolito.

Voy a acabar con ese programa, lo digo en serio. Ya les mandé mi solicitud, y les dije que le tengo una fobia horrible a Viggo Mortensen, George Clooney, Pablo Matos y Clive Owen. La que se va a liar cuando me encierren con ellos en la caja. Qué risa.

 

3 comentarios

BroderYon -

Yo ando sin tele desde junio. Con eso lo digo todo... y nada.


Mil besos.

Lupe -

Acaparadora. Siempre igual. Halatopamí, como dice Forges.

LaUra -

Y la Cuin con los ojos haciendo chiribitas, Uy, sí, qué miedo tengo, uy, uy, si, mmm terrible miedo... ay ay, necesito más terapia, más choque, a ver? uy, uy, que esto no se supera... Jaaaaaaaaa!