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Alapryles y Diablitos

Viaje en el tiempo (RDF)

El profesor Martínez se incorporó entre aturdido por la brusca llegada y excitado por los descubrimientos que intuía. Miró a su alrededor y decidió empezar su investigación subiéndose a la nave que parecía ser el transportador de aquellos seres del futuro, ninguno de los cuales pareció prestarle la más mínima atención, ocupados como estaban en hacerse un hueco cómodo para el viaje. No se alejaban mucho de la imagen que se había hecho en su cabeza cuando diseñaba con ilusión su máquina del tiempo: no vestían totalmente de plateado, pero este color abundaba en los complementos de gran parte de los individuos, especialmente de los de sexo femenino: cinturones, bolsos, zapatos… casi no hablaban entre ellos, por lo que intuyó que se comunicaban mediante aquellos pinganillos con cable que salían de las orejas de la mayoría, y que se conectaban a un aparatito de no más de diez centímetros; usaban también lo que debía ser un avanzadísimo sistema de realidad virtual, una especie de visor con los cristales negros que les ocultaba no sólo los ojos, como sería lógico si sólo se tratara de unas gafas de sol, sino la mayor parte de la cara. Los individuos de mayor edad, observó Martínez, debían tener una fortaleza física superior a los más jóvenes, porque en algunas ocasiones los primeros iban de pie, siendo los segundos los que ocupaban los asientos. Se percató también de que al lado de esta nave transportadora circulaban otros vehículos, más modernos que los de su época, sí, pero arcaicos al lado del que lo llevaba silenciosamente y sin apenas pausa hacia no sabía dónde. Así siguió Martínez, observando y anotando, hasta que la voz del Ser Supremo (dedujo esto porque venía de ningún lado y de todos), que resultó, además, ser una voz de mujer, lo sacó de su ensimismamiento con lo que debía ser uno de los nuevos dogmas de aquella avanzada sociedad: “Metropolitano de Tenerife informa: por su comodidad, dejen bajar a los pasajeros antes de subir”.

1 comentario

El Señor -

Muy bueno, sisisí, ayayay!