Queridos (es un decir) reyes majos:

A estas alturas de mi vida ya tengo más que asumido que nunca me van a traer a Viggo Mortensen. Superado. No crean que se lo tengo en cuenta, ni que escribo esta carta desde el rencor, nada de eso. Lo único que quiero es avisarles de que el año que viene van a cambiar algunas cosas, y que me niego vivir bajo ese yugo de bondad impuesto por sus tres coronas omnividentes. Total, ¿para qué? Todo el año ahí, de enrollada, ayudando a las viejecitas a llevar sus (enormes) bolsas de supermercado; mordiéndome la lengua para no ser innecesariamente sangrante; reprimiendo mis impulsos de soltar spoilers de todas las películas y series susceptibles de ser fastidiadas (por cierto, Snape se carga a Dumbledore en la sexta película de Harry Potter, y la doctora Tancredi es asesinada por unos secuestradores en el segundo capítulo de la tercera temporada de Prison Break. Ea.); en definitiva, currándomelo para ver si ustedes tenían por fin un detalle. Pero no. Sus graciosas majestades se han limitado a ser eso, graciosas.
Como les decía al principio, no esperaba ya este año que apareciera dentro de mi zapato Viggo Mortensen caracterizado de Aragorn y declarándome su amor con su empalagoso acento argentino. Era todo mucho más simple. Les bastaba con poner una Wii, en lugar de unos calcetines y un pijama, o la edición especial de “Watchmen” o de “V de Vendetta”, en vez de un libro de Paulo Coelho; era tan fácil como cambiar la PSP de la casa del vecino por la camisa de la mía, y sus correspondientes videojuegos por mi chándal. Sí, ya sé que ellos son niños, y lo que toca es un juguete, pero, por otro lado ¿ustedes me han visto a mí hacer deporte alguna vez? Sinceramente, creo que lo hacen por fastidiar, no hay otra razón. También sé que a última hora debieron arrepentirse y que lo intentaron arreglar con un “Manual de los Jóvenes Castores” y un oso-mochila divertidísimo, pero ya el mal estaba hecho, majestades. Además, ya tengo calado su modus operandi, desde el principio: “Mmmm, parece que el incienso y la mirra son una birria de regalos, vamos a darle un poco de oro también para callarle la boca”. Puede que lo consiguieran con Él, pero no conmigo. Yo ya me cansé. Pienso pulirme todo mi sueldo en las rebajas, y llenarme de regalitos, que igual no serán los más útiles, pero serán bonitos, serán muchos y serán míos. Y este año que empieza va a ser buena Chona la Guerrera.
Que los parta un rayo (láser), majestades.
Atentamente,
Cuinpar.
6 comentarios
Cuinpar -
Conache, ¿qué les diste a cambio? Estos tres no dan duros a cuatro pesetas...
Esther -
Conache -
iMig -
En fin, besotes palmeros, moza!
Cuinpar -
Ay, qué pena que estés lejos, guapo!!
Besos mil
iMig -
¡Y feliz año, dicho sea de paso!