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Alapryles y Diablitos

Bienvenido

Míralo, ahí viene, todo arregladito, perfumado y lleno de energía. Como si fuera un niño en el primer día de colegio, lleno de ganas, con una sonrisa en la cara y con aire de triunfador. ¿Lo ves? Fíjate como en vez de acercarse lentamente casi arrastrando las piernas, al mismo paso que los demás, parece que viene atropellando, como el que quiere llegar antes, sabiendo la alegría que va a provocar en el que lo recibe. Y pensar que cuando se vuelva  a ir estará con cara larga, deprimido, gris, odiado por todos... El ser humano es profundamente desagradecido. Y además nunca aprende, se le olvida todo, como si sufriera un repentino ataque de amnesia que lo borra todo y lo envuelve en una nebulosa oscura que sólo se va aclarando con su llegada y que lo convierte en un extraño con todo lo que hay a su alrededor.

Míralo, ahí viene, vestido de fiesta. Desde aquí da la sensación de venir alborotado, trayendo detrás miles de aventuras, de cosas que contar, y yo lo espero como si fuera la primera vez en la vida que viniera.

Pero sé que desgraciadamente, esa misma alegría, esa emoción contenida, esa ilusión infantil se transformará en indiferencia, mal humor y bronca en un par de días la verlo partir, mustio, triste, gris, convertido apenas en la sombra de lo que fue.

Siempre se dice que no apreciamos lo que tenemos hasta que lo perdemos, que no es hasta ese momento cuando sentimos imperiosamente su necesidad y valoramos su presencia. Por eso, renovamos las ganas y vamos a la puerta a verlo llegar, a recibirlo como si nada, sin cargo de conciencia ni remordimientos porque sabemos que aunque lo hayamos despedido de mala manera la última vez, él va a venir de todos modos. Sin preguntas, sin reproches, leal y fiel a su cita. Sabe perdonarnos, porque nos conoce mejor que nosotros mismos.

Y ahí llega, ya lo estoy viendo. Bendito Fin de Semana.

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