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Alapryles y Diablitos

No con sus hijos

Ayer sufrí la penosa experiencia de almorzar con unos amigos en un restaurante al aire libre atiborrado de gente que arrastraba a sus niños sicóticos por todos lados. Pude sobrevivir porque no dejaba de pensar en qué pasaría si sucediera una tragedia allí en ese mismo instante.

La gente que tiene niños debería mudarse a una isla perdida en el Pacífico, junto con otra gente que también tenga niños. Y deberían dejarnos en paz a los que cargamos solamente con nuestro cuerpo por el mundo, amargados -quizás-, pero sin lastres que perturben las vidas de los otros. Sólo pido eso. Que me dejen vivir como lo que soy, una persona que ha decidido no expulsar ningún ser vivo de su útero, aun a riesgo de ser considerada una de las causantes de que nuestra especie se esté yendo al carajo. Nuestra especie no puede irse más al carajo, sépanlo, porque ya está mucho más allá de él.

Ayer entendí un poco más a esos yanquis loquitos que van a lugares públicos armados hasta los dientes y ejecutan enormes masacres sin titubear.

3 comentarios

Antigonilla -

Yo también me uno al grupejo de Medeas "a priori"

Cuinpar -

¿A que sí? Mira, yo a mi Panchi y mi Cholo (que no son míos, pero bueno), cuando ladran, los mando a callar y listo, ellos se callan. Se echan ahí, al lado de la silla y tan tranquilos. Y además, ni se les ocurre pedir un huevo kinder a los gritos! Aunque supongo que lo que tienen en común los perros y los niños es que casi nunca es culpa de ellos su comportamiento, sino del que los lleva atados. (¿Cómo? ¿Que los niños no se pueden llevar atados? Pues debería...) :-)

Esther -

Lo de los niños y los restaurantes es flipante. A mí no me dejan llevar a mis perros a los restaurantes y te aseguro que son mucho más educados que muchos de los críos que he tenido que soportar en lugares públicos :P