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Alapryles y Diablitos

En caso de accidente

Cada vez que voy a un aeropuerto comprendo cómo se sentían el maestro Yoda y Obi-Wan Kenobi antes de su última batalla. Sé, con certeza, que voy a morir. No lo sospecho, ni me da la impresión de, ni siquiera me asusto por la remota posibilidad de que pueda ocurrir. Simplemente lo sé, estoy segura, y lo asumo con la mayor dignidad posible que, dicho sea de paso, no es mucha. Si soy yo la que va a viajar, sé que mi avión va a partirse en millones de pedacitos, y que todos nosotros nos vamos a partir con él y que van a tardar catorce meses en reunir el 93'5% de lo que fue mi cuerpo, porque el resto se habrá desintegrado. Si, por el contrario, voy a recibir a algún viajero, la paranoia es más absurda aún si cabe, porque en ese caso, de lo que estoy segura es de que el avión en el que llega se estampará contra los cristales del aeropuerto y sanseacabó para todos.

Por eso ya he dejado de hacerle caso a las recomendaciones de seguridad que hacen las azafatas. Por eso y porque son inútiles, claro. ¿Qué se creen? ¿Qué no nos damos cuenta? Para empezar, te enseñan a usar un chaleco salvavidas que está dobladito debajo de tu asiento. Muy útil en el caso en el que la catástrofe tenga lugar en medio del continente. ¿Por qué carajo no ponen un paracaídas, en vez de un flotador? Porque de todas formas vamos a palmar, por eso. Además, te lo explican todo con esa sonrisita que más que generar confianza, lo que te hace pensar es que ellas saben algo que los demás no sabemos, o que ellas sí tienen paracaídas, y además, saben donde está la anilla. Luego está lo de la mascarilla esa de despresurización, y sus instrucciones infernales, acompañadas por la recomendación más condescendiente de la historia: "asegúrese de colocarse su mascarilla antes de ayudar a otros pasajeros". ¿Qué piensan que soy? ¿Una tarada? ¡Obviamente me voy a poner la mía primero, y la voy a apretar bien fuerte, y la voy a defender con uñas y dientes! ¡Y si puedo robaré la de la vieja de al lado, que los ansiosos necesitamos más oxígeno que los de la tercera edad, que el corazón les late más lento!

 Pero de verdad lo que hace que me hierva la sangre es la recomendación final, que comparten las aerolíneas con todos los simulacros de incendios, inundaciones y cualquier catástrofe: "Deben dirigirse tranquilamente hacia la salida que está en no sé dónde, sin correr. Deben mantener la calma". Vayan a explicarle eso a una turba enloquecida por el pánico de un accidente real, infelices. Sepan que si algún día eso me ocurre, voy a salir corriendo desaforada, gritando como loca: "¡Nos vamos a morir! ¡Nos vamos a morir!" . Y que tonto el último.

5 comentarios

Esther -

Ya decía yo que por qué ese buen rollito contigo... acabas de describir perfectamente lo mismo que pienso yo con los aviones :-P

Princesa Leia -

Chacha, menos mal que no soy aprensiva, que si no, no volveria a coger un avión en mi vida. Aunque lo de las cristaleras no te digo que no lo he pensado alguna vez, ya que trabajo en un aeropuerto, jejeje. Y lo del vinito que dice Pato, es una idea bastante recomendable. :8)

Pato W.C. -

A mí me pasaba lo mismo que a tí, pero no sé cómo, por arte de magia, un buen día, ya no sentía ese miedo. Bueno, también ayudaba mucho, la botellita pequeña de vino que ponían con la comida, y que me tomaba casi en ayunas, para que hiciera su efecto rapidito.

Almudena -

Ya me conoces y sabes que yo no tengo ese problema, pero siempre he pensado lo mismo que tú con lo de la tranquilidad. Me imagino como los de "Aterriza como puedas" repartiendo hostias a los histéricos!!! Empezando por ti, claro

BroderYon -

Y amén.

Mi muerte será menos vistosa que la suya: un camión me aplastará cuando vaya al curro en la bici.

Besos vierniles.