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Alapryles y Diablitos

Mejor prevenir

Una vez le di clases particulares a un elemento que pensaba que la luna tenía forma de plátano. Así, como lo oyen. No sé si es que nunca había visto la luna llena o es que ni siquiera se paró a pensarlo. Para él, una frase "es cuando juntas muchas palabras, o pocas, y entonces tienes un conjunto, o sea una frase" (sic). Yo, al principio, me reía de las ocurrencias, pero luego me di cuenta de que no tenían nada que ver con el ingenio del chaval, más bien con su carencia del mismo. Y me puse a pensar en las burradas que podíamos cometer nosotros en clase, para intentar ser un poco más indulgente, pero ni por asomo le llegaban a la suela de los zapatos. Después de ese (que ahora trabaja para el Estado, no les digo más) he tenido varios alumnos más, y la verdad es que no han hecho que me reconcilie precisamente con esa especie distinta que forman los adolescentes. No quiero que se convierta este espacio en una charla derrotista sobre la poca esperanza que debemos depositar en las nuevas generaciones, porque de todo habrá. Conozco adolescentes interesados por la música, la lectura, las ciencias, las artes, pero, lamentablemente, son los menos en mi entorno. Y ojo, tampoco quiero decir con esto que a esos les vaya a ir mejor en la vida, ni que sean mejores personas, ni nada de nada.

Podría parecer que me reencarno en mis padres, y en su generación, y que pongo el grito en el cielo, anunciando el desastre, cuando lo que se nos viene encima no es un desastre en sí, sólo un cambio de maneras de ver el mundo, de interactuar con él y con los demás, una remodelación, a fin de cuentas, ni mayor ni menor que la que protagonizamos y estamos protagonizando aún los que rondamos la treintena. Si algún adolescente está leyendo este espacio ahora pensará: "bah, la carca ésta, que no se entera. Chiquita tremendista. Lo que pasa es que no sabe vivir". Y puede que no esté equivocado. Puede que deba confiar en ellos, en su desinterés por el mundo exterior, en sus politonos de bachata o reaggetón, en sus peinados calcados a lo Fernando Torres. Casi lo consigo una vez, era una mujer nueva, no los juzgaba, me llevaba bien con ellos, vivía y los dejaba vivir. Hasta que caí en la cuenta de que era esa raza la que me tendría que mantener tras mi jubilación y presa del miedo, salí corriendo a abrirme un plan de pensiones. Por  las dudas.

1 comentario

Anónimo -

¿Me lo dices o me lo cuentas? Yo llevo años viendo cómo la raza degenera, pero no hay que ser alarmistas...
Estooo... ¿tú crees que en Portugal la cosa esté tan malita?